PÁNEL ARTE Y COMUNIDAD
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Jaime Ruíz, del Laboratorio de Culturas Cooperativas; Alejandro Rincón, representante del Faro Tláhuac; y el artista-activista Jorge Francisco Sánchez-Jofras compartieron sus experiencias en proyectos que a través del arte y la cultura empoderan a las comunidades mediante la creación de espacios propios que les permiten preservar sus tradiciones y aprender nuevos saberes.
Por Cynthia Landa
Jaime Ruíz
Laboratorio de Culturas Cooperativas
"La idea era propiciar este espacio para que la gente pudiera apropiarse de él y crear talleres o sistemas de aprendizaje no formales en el barrio" -Jaime Ruíz
Trabajó en un proyecto de creación comunitaria en un barrio en las afueras de la ciudad de Oaxaca. El lugar era considerado un cinturón de miseria, formado por migrantes de distintas regiones del Estado. Jaime vivió ahí 33 años y desde hace 6 decidió ser un participante activo en la políticas ciudadanas del lugar.
Una vez que habían conseguido que hubiera agua, luz drenaje y pavimento Jaime se dio cuenta que ya no había comités vecinales. Él y sus compañeros propusieron un proyecto de regeneración de esas organizaciones a partir de estrategias de arte. Crearon el “ Laboratorio de Culturas Cooperativas “ y fue beneficiario de una una beca otorgada por el gobierno de Holanda que se llama “Arts Co-Laboratory”.
Uno de los mayores retos que enfrentaron fue que la gente entendiera que no estaban relacionados con algún partido político o asociación religiosa. “Este tipo de nociones de lo que sucede en el espacio público, son un obstáculo para que la gente se pueda involucrar con proyectos como éste y pueda existir ese sentido de apropiación. Otro gran obstáculo era, que, regularmente en esos proyectos de creación participativa tratamos de diluir la idea del líder, del jefe o del director o del representante, la idea es que todos tengamos una participación activa y horizontal y crear una cadena social”, comentó Jaime.
La gente esperaba que apareciera alguien que les dijera cómo configurar el espacio, cómo relacionarse con los vecinos. El “Laboratorio de Culturas Colaborativas” trataba, a través de estrategias artísticas, que la misma gente definiera cómo quería vivir, qué quería sembrar, qué quería cosechar, cómo quería cocinar, qué tipo de talleres querían para los habitantes de ese lugar, y cómo podrían crear nuevas políticas ciudadanas a través del arte y la participación social.
Alejandro Rincón
Faro Tláhuac
"Faros no son escuelas de artes y oficios, no son centros comunitarios, no son museos, somos todo ese conjunto, además, con una visión ambiental de respeto a la tierra, de generar proyectos colaborativos que ayuden a generar una sustentabilidad no sólo social sino ambiental" -Alejandro R.
Como parte de un colectivo, inició un proyecto de cineclubismo en su barrio, cerca del metro Pantitlán. Lo integraban vecinos que habían sido compañeros en la primaria y que buscaban generar una identidad para su barrio que no era céntrico pero tampoco era un pueblo originario. Así presenció el surgimiento de la primera fábrica de artes y oficios: Faro de Oriente y se sumó como alumno a la vez que estudiaba Artes Visuales en la UNAM. Ahora es Director del Faro Tláhuac.
“La Fábrica de Artes y Oficios es un programa social-educativo en donde el primer interés es el dotar de infraestructura cultural en donde no lo había, es decir, las periferias (que por) mucho tiempo estuvieron olvidadas [...] en un primer momento, se forma en Iztapalapa, una de las alcaldías más pobladas del planeta, el primer faro que fue “El Faro de Oriente”, comenta Alejandro.
A pesar de que Faro surgió para los jóvenes, se dieron cuenta de que el primer público que llegaba eran las amas de casa quienes buscaban actividades artísticas para los niños. Fue el primer grupo con el que hicieron comunidad y activaron talleres infantiles, talleres juveniles, exposiciones. Ahora a las Faros asiste gente desde 4 hasta 80 años de edad lo que hace que haya una convivencia intergeneracional, sin embargo, el 70% de su público son mujeres.
Para él, la experiencia de las Faros ha sido su apropiación, su recuperación de espacios olvidados; por ejemplo, Faro Tláhuac, fue el diseño de una nave industrial que mide casi 20 metros de ancho por 50 de largo, aprovechada para los talleres y servicios culturales, comunitarios y educativos. En las instalaciones no hay salones (barreras), las personas están en continuo contacto. A esto le han llamado pedagogía ‘sin muros’, lo que les ha permitido reforzar la relación comunitaria.
En Faro Tláhuac, aprovechan las áreas verdes para extender los talleres y tener otro contexto de vinculación con la tierra, con el aire, con el oxígeno. También se realizan conciertos masivos para jóvenes, conciertos infantiles, conciertos familiares. Se puede realizar talleres de base mexica, de náhuatl, de zapoteco, al mismo tiempo que se imparten talleres de robótica, de programación web lo que genera una convivencia multidisciplinaria.
“Eso hace que generemos una red colaborativa de un circuito cultural para que, tanto los artistas emergentes [...] como los consolidados podamos colaborar y generar tanto clínicas formativas, residencias artísticas e inclusive que seamos vitrinas de lo que se produce en la comunidad, de exposiciones de niños y jóvenes que elaboran en la comunidad” explicó Alejandro.
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“La institución ayuda mucho, pero yo creo que no importa que tengamos un edificio si no hay una comunidad, si no hay un equipo operativo, si no hay una programación cultural que nos ayude a que todo el tiempo haya algo que conecte con la gente y yo creo que es muy importante no perder de vista que aunque estos proyectos sean institucionales o comunitarios- vecinales no pierdan el carácter de independencia, de autonomía, de sinergia para generar estos flujos colaborativos”, concluyó Alejandro Rincón
Jorge Francisco Sánchez - Jofras
Docente Cetys-Universidad, artista-activista
"El resultado de los diálogos (entre diversos actores sociales) fue entender que el problema de la seguridad tenía que ver con situaciones de exclusión social e inequidad territorial en la ciudad" -Jofras
Ha trabajado en proyectos de intervención cultural frente a la inseguridad pública en la ciudad de Tijuana. Durante su intervención Jofras explicó la problemática social ocasionada por la violencia y cómo a través de proyectos artísticos la comunidad encontró una manera de sobrellevarlos.
“En México, en el año 2006, un proyecto que se fabrica desde el gobierno federal nos hizo entrar en una situación de guerra. [...] el discurso del gobierno federal durante los primeros tres años (del 2006 al 2009) insistió todo el tiempo en hacer guerra. Y cuando hablaba de seguridad no presentó ningún otro proyecto de seguridad más que el de la seguridad pública.” comentó Jofras.
Entre los datos que presentó Jofras destaca que la muerte violenta en México disminuyó después de la Revolución Mexicana, sin embargo, a partir del año 2006 se invirtió esa tendencia con números a la alza: “Nos dicen que hay espacios que se han pacificado, por ejemplo, Tijuana (después del 2010); pero lo cierto es que no regresamos a aquel país en donde vivimos, en donde crecimos nosotros que ahora tenemos cuarenta años”, enfatizó Jofras.
Para él, la seguridad pública entendida de esta manera, le permitió a un proyecto de gobierno que no tenía legitimidad imponerse por vía de movilizar a las fuerzas armadas. Jofras, en Tijuana, acompañó un proyecto comunitario de cultura para presentar a los candidatos a la presidencia municipal que hacía una lectura crítica del problema de la seguridad en la ciudad.
Para elaborarlo se reunieron alrededor de 120 personas, no sólo artistas sino diversos actores del ámbito cultural. El resultado de los diálogos fue entender que el problema de la seguridad tenía que ver con situaciones de exclusión social e inequidad territorial en la ciudad.
Jofras explicó que Tijuana es una ciudad en donde más del 50% del espacio corresponde a movimientos sociales populares, colonos que se apropiaron de las tierras. Esto desencadena una serie de problemas sociales. Parte de proyectos propiciados por artistas/activistas implicó la construcción de centros de desarrollo comunitario e infraestructura, por ejemplo; se desarrolló una obra emblemática en una colonia que está bifurcada por una cañada y como (en Tijuana) la ciudad, el estado y la federación estaban gobernados por el mismo partido; se construyó un espacio realmente impresionante, se trata de un espacio cuya arquitectura ha ganado premios internacionales, una enorme inversión.
"Las comunidades sí se pueden organizar para desarrollar sus centros comunitarios, sus talleres, sus espacios públicos" -Jofras
Jofras añadió que ese proyecto funcionó porque en el lugar donde se llevó a cabo ya había una comunidad organizada: “El movimiento urbano popular.”
Jofras insistió en que aunque existen políticas públicas para la transformación de espacios destinadas a lugares donde hay índices de marginalidad y de delincuencia altos; no siempre todas las comunidades que tienen estas características reciben los fondos para desarrollar esos proyectos; sin embargo, recalcó que “las comunidades sí se pueden organizar para desarrollar sus centros comunitarios, sus talleres, sus espacios públicos.”